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martes, 3 de abril de 2012

1ª PARTE, CAP. 2 de “BARCELONA, 30 AÑOS DE CORRUPCIÓN”, ed. 2006, Consorcio de la Zona Franca, Piqué Advocats Associats, 1975-1984

Edición por capítulos.

Rafael del Barco Carreras


Barcelona 3-04-2012. Espero con curiosidad la autobiografía de Javier de la Rosa, prometida tras su último juicio (Caso Hacienda de Barcelona) declarado “inocente”. Mi actual curiosidad se centra más en cómo consiguió los terceros grados penitenciarios, causa de su declaración a una periodista “he estado en prisión mucho menos de lo que la gente cree”, que si el creó a su padre como delincuente estafador o fuera al revés.  Si se demora mucho, perderá el único lector interesado. Sus estafas han sido superadas, y los deudos o políticos con quienes repartió, han superado toda impunidad, inmunidad y prescripciones.

Hace unos dos o tres años, un recién licenciado en periodismo pretendía utilizar mi nombre y escritos para una tesis doctoral sobre Javierr de la Rosa. Me sentí halagado, tanto como sorprendido cuando me dijo que había renunciado porque los cientos de miles de millones de pesetas en efectivo, o importantes paquetes de acciones bancarias  desaparecidos, tenían nombre y apellido, y si señalarlos pudiera ser peligroso, no hacerlo desvirtuaba su primera intención.   



PRIMERA PARTE
Consorcio de la Zona Franca
Piqué Advocats Associats
1975-1984


2

Se ha escrito tanto, pagado por unos u otros, sobre Javier de la Rosa Martí que no voy a competir con lo calificado de periodistas de gran talla, y lejos de mi intención una biografía. Únicamente pretendo pensar, escribiéndolo, sobre quién tanto afectó y arruinó mi vida. Esta vez no novelaré el relato desde el jergón de mi celda, o el tiempo muerto de tanta “busca y captura”. Con abundante documentación, seleccionaré entre tanto escrito el meollo de varias biografías parte de la Barcelona de los últimos treinta años. A los veinticinco años de mi primera larga estancia en prisión y ante los sesenta y cinco de vida, Antonio de la Rosa Vázquez, Javier de la Rosa Martí, Luis Pascual Estevill, Juan Piqué Vidal, Narcís Serra Serra, Rafael Jiménez de Parga, Miranda de Dios, y varios más, son solo objetos en mis aficiones literarias. Simple entretenimiento del paréntesis en la nada que es toda vida, o un estornudo dentro de la insignificancia del rodar del planeta Tierra.

Lo repetí hasta la saciedad, conocí a Antonio de la Rosa Vázquez a finales del 77, y entrado el 78 me convencí de hallarme ante alguien “especial”, o mejor, ante algo especial. Tenía sobrada experiencia en “negocios” para no ocultárseme que el amigo Fernando Serena Mascaray, y Antonio, su financiero, me utilizaban, por lo tanto documentaba las operaciones cobradas con talones de su cuenta en el Banco Urquijo, e ingresados, cuidando que la delicada situación jurídico financiera de alguno de mis negocios, no afectara. Para rarezas, el director de la Agencia del Banco Urquijo (todos los talones siempre de ese banco y de su cuenta personal), Luis Hernández Martín, con yate y mercedes, disfrutando un nivel de vida ajeno al sueldo oficial, y sabido con los años, uno de los primeros socios de Javier. Parte de su primer fracaso en Banca a cargo del Banco Pastor. Extraño el tal Luis, a primeros de los 70 era uno de los empleados de cuentas corrientes de la Sucursal en Barcelona del Urquijo, enfrente de la Caja Cooperativa donde yo trabajaba, y conocido por mis empleados.

Dirigiendo la Caja General de Crédito Sociedad Cooperativa, o antes en el mostrador de la central del Banco Comercial Transatlántico en Diagonal Paseo de Gracia, aprendí que los millonarios amontonaban todas las rarezas habidas además de saldos, pero aquel sobrepasaba en dinero, y su forma de manejarlo, cualquier concepto. La primera y única de sus decisiones inteligibles fue su advertencia a Serena de negarse a relacionarse conmigo. Las urbanizaciones, o mejor, las sociedades creadas con la cooperativa de crédito ya absorbida por la Caja Ibérica, al poco también absorbida por el Banco Central, y promociones inmobiliarias, coleccionaban varias reclamaciones policiales y judiciales, y normal por el nivel social de los De la Rosa me negaran su elevado entorno y trato. La compraventa de “Carabela”, el garaje frente al estadio del Español, donde ahorraron con mi intervención veinte millones de pesetas, con elogios del Director del Banco Coca, Miró, socio mío en Inversiones Verdi SA, una promoción de viviendas en Hospitalet, avalándoles la operación, rectificó el criterio, o así lo creí. Pasado el tiempo Serena me sacó del error, el hijo dio el visto bueno a mi presencia en las actividades paternas. De nuevo tomaba presencia, no física, el joven y ya célebre banquero. La anterior fue en el despacho de la Caja en Rambla Cataluña 27 desde donde competíamos contra quien pagaba más intereses que nadie, señalado por la competencia de agresivo sin límite, sobrepasando al sin freno Rumasa con el 21%. Visto el iniciado sumario sobre el Consorcio, sin duda se me utilizó para la explosión final, el descubrimiento del gran desfalco, superando en el 78 los ocho mil millones con unos groseros justificantes. Sin embargo durante el año de cierta “intimidad” jamás habló del Consorcio, aunque sí de su admirado hijo Javier. “Tiene más dinero que yo, decía”.

Si las sospechas de lo rarito de Antonio me tenían sobre ascuas, la lectura de los documentos de la denuncia clarificó las dudas. A través del Banco Garriga Nogués y del entorno de Javier, a quien no conocía, se vació el Consorcio, y la prensa o rumores nos situaban a Serena y a mí de eje y consejeros financieros de Antonio. Cambio 16, unos meses antes de encarcelarnos nos tildó de “financieros de dudosa reputación”.

No he descubierto más que una ínfima parte de las infinitas raíces por donde circula la sabia de por lo menos un billón de pesetas de los 70 y 80. Hace poco descubro la cita de un informe de la Policía Judicial donde se refleja entre otras consideraciones: “En cuanto al conocimiento que los procesados Fernando Serena Mascaray y Rafael del Barco Carreras pudieran tener de la procedencia real del dinero que Antonio de la Rosa Vázquez gastaba e invertía en tan elevadas cuantías, pese a la multitud de personas con las que se ha hablado, no se ha encontrado ninguna prueba, o siquiera indicio, a favor o en contra, por lo cual únicamente puede aportar un poco de luz sobre este tema el estudio de estas tres personas”... “mientras que Serena que no sabe de su procedencia ilícita ingresa los talones recibidos en sus distintas cuentas corrientes”. De un recurso firmado por el abogado de Serena, extensible a mi situación. El defensor Pascual Estevill nunca utilizó este informe de la policía de fecha 31-10-80 y sí me comentaba en prisión el atestado de la Brigada de “Estafas” insistiendo en mi autoría por “cerebro”. Entre los dos, apenas el ocho por ciento de los diez mil millones, y yo el 0.80%. Porcentaje insignificante, y más si sumamos a los diez mil millones las rentas del Consorcio desaparecidas, el propio Banco, la red de sociedades con y sin Piqué Vidal, o lo que Antonio aprovechara en su cargo de máxima confianza en la Delegación de Hacienda. Pero mientras yo ajeno, demasiados andaban en primera fila de tanto millón.

Es difícil pasados veinticinco años armonizar en el tiempo cada uno de los hechos tal como ocurrieron, o ni siquiera cuando descubrí cada una de las pruebas formando causa y efecto, y sin ganas de ahondar en los archivos ni siquiera en ordenadores, “tiraré pel dret”, esperando en el posible lector cierto conocimiento del armazón principal. Una ayuda la televisión, convertida la gente más poderosa de la Barcelona de entonces en populares, me ahorra particularidades. La verdad no brilla, pero se vislumbra.

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