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miércoles, 5 de diciembre de 2007

VIII.LA MODELO. 1981, 2º Semestre.

8. LA MODELO. 1981, 2º semestre.

Rafael del Barco Carreras

Si el 23-F, en mi entorno, conmocionó, surgiendo las reivindicaciones de reformas del Código Penal o del “sistema penitenciario”, durante todo el año creció y cuajó el discurso socialista. La solución, Felipe González. La palabra AMNISTÍA encerraba tantos pronunciamientos que se gritó sin demasiada distinción. La gritaban los franquistas corruptos, los “políticos de izquierda” fichados y con sumarios o condenas, y en la cárcel sonaba a solución FINAL. El humanismo progresista convertiría las prisiones en una escuela de reeducación, rehabilitación y reinserción. Lo de la educación no interesaba demasiado, el maestro solo tenía alumnos si se les prometía que aprender a “leer y escribir”, además de redimir como si se trabajara, formaba parte de esos “terceros grados”. Lo de la rehabilitación sonaba a chino, quien más quien menos soñaba repetir sus hazañas sin que le pillaran, y la “reinserción” se traducía por “calle”. Palabrejas impresas en el último franquismo, sin demasiado sentido y casi tomadas a broma, y que aquellos jóvenes socialistas convertían en algo serio, ¡si lo decía la Constitución!.
Pero la llave radicaba en Pilar Pato, y poco antes y aun en el capellán Don Pablo. Ir a misa los domingos, si con Franco era imposición, firmes y en formación, se convirtió en una pieza más del “buen comportamiento”, aparte de que rota la formación militar se transformó en un mercadillo donde se encontraban los colegas o clientes de otras galerías. Traté al tal Don Pablo, uno más de los que a diario pasaban por el Economato, imaginando mis maestros los curas del franquismo, o peor, la foto de mi tío en uniforme de capitán castrense del ejército de Franco, con insignias, correajes y pistola, que por suerte “avaló” a mi padre huido de la columna del Ejército de la República en su retirada a Francia. El “Carreras” zaragozano, mi familia materna, alcanzaría a través de su muy larga vida eclesial el cargo de Ecónomo del PILAR. La Santa Madre Iglesia formaba parte muy activa de lo peor del Franquismo. Pero sigo, con “amnistía” “reinserción” y “rehabilitación”, unidas a la prometida reforma del Código Penal, los socialistas se convertían en el centro de las esperanzas. Si ganaban, todos a la calle. Ya las varias leyes tras la muerte de Franco, entre indultos parciales, por “temas políticos” (muchos atracadores politizaron sus atracos, a recordar el del BANCO CELTRAL de Plaza Cataluña por delincuentes muy conocidos en La Modelo donde en principio soltaron el nombre de Tejero el del 23-F, a mi entender en una confusión de principios políticos), o simple borrón y cuenta nueva del Franquismo, ilusionaron por la posibilidad de nuevas del mismo tenor si ganaban los socialistas. La prensa por fin hablaba de las cárceles, y no solo de peligrosos motines con gente por los tejados, que nadie quería ver por las calles, sino recurriendo al HUMANISMO. El sentimentalismo, argumento muy demagógico. Si los de izquierdas abrieron las puertas de La Modelo en la revolución de 1936, ¿por qué no ahora?, aunque algún leído aguafiestas contestara con el fusilamiento masivo en Paracuellos de los presos de Madrid.
Felipe González y Alfonso Guerra, la libertad. Pero a un año de las elecciones, la podredumbre interior no admitía espera. Las treinta o cuarenta celdas de castigo en la Quinta Galería, las palizas y el Palomar, el número de presos creciendo, no contendrían la situación. La solución de más cárceles y celdas, con el arreglo de la Primera destrozada por los “menores” trasladados a la “Trinidad”, aligeró, pero las entradas superaban en tanto las salidas que poco se notaba.
Y la vida “entre cancelas” que durante un año se convirtió en toda mi existencia, aun metido en la aburrida burocracia, de aburrida no tuvo nada. Cito de nuevo al primer Juez de Vigilancia en Barcelona, Gómez de Liaño, incorporado ese año, 1981, para entender y reforzar mis partidistas afirmaciones. Dice en su libro, “Los jueces enviamos gente a la cárcel pero nos desentendemos de ella. A pesar que intuíamos que algo grave ocurría entre los muros, nada sabíamos”. No le voy a insultar, pero se lo merece. Mi juez “especial”, no es que se desentendiera, es que ni me vio la cara, pero él se refiere a la situación en La Modelo, desmintiéndose cuando se pregunta por el resultado de las muchas denuncias. ¿Muchas denuncias y no sabían que ocurría?.
Ya lo creo que ocurría algo “grave”, y él, algo relatará veinte años después, pero guardándose lo más, e incluso creándose la aureola de contribuir a salvaciones. Por aquellos días si la idea de mi libertad vía Pilar Pato sustituyó las esperanzas generales de “golpes de Estado” o las próximas elecciones ganadas por los socialistas, descubrir las inmensas porquerías no solo me creaban el pánico que por ignorancia nunca tuve el primer año de “galería y patio”, sino que me involucraban en el tenebroso ambiente. Tomé conciencia que para el resto de presos yo era, además del “caballista” del Consorcio, un privilegiado, y por tanto chivato, al tiempo que los funcionarios la tomaban de que su TOTAL DOMINIO de la situación, por la prensa y la incierta e inestable Política, se convertía en un gran peligro. Las denuncias, por torturas, incluso muertes, no prosperaban, pero se admitían, existían, algo inaudito poco antes. Recuerdo el terror a INTERVIÚ, a la que yo consideraba tan corrupta como la propia Modelo.
Si a los tres o cuatro meses, dominada toda la mecánica administrativa, me sentía en el mejor de los mundos posibles, a pesar de muy consciente de mi esclavitud, las situaciones conflictivas surgían con demasiada frecuencia, y una de las peores las miradas de Don Daniel intuyendo que a mí “no me la pegaba”, aunque dispuesto a tragar todas las ruedas de molino. “Don Daniel aquí dice que hay… X presos, y en este otro parte…”. “Bueno, si ya…entre la Administración y los partes internos…hay una diferencia…”. “¿Y yo que pongo?”. Aquel verano se alcanzó la cifra de 2.400, y subiendo.
Como con las facturas, muy suspicaz él, debí traslucir cierta socarronería. “Eso viene de lejos, de cuando los motines…cargaron a saco las furgonetas…yo ya lo digo a la Dirección…pero nadie corrige sus números”. Pero en las cuentas a Madrid de dos meses antes la diferencia era diferente, con una sospechosa fuga. No contesté, ni menos hice la observación de “no tan lejos”. Fugados y no comunicados, me resultaba una posibilidad extraña porque utilizaban las varias fugas como argumento de pocos funcionarios y mal pagados (más creíble que las propiciaran), así pues me inclinaba que en esas orgías de palos se les quedaban más de uno, dos y tres. La posibilidad no era una sospecha propia, era otro de los muchos rumores internos. Convencido de que cuando por fin DERRIBEN LA MODELO, saldrá algún hueso y no de los tiempos de Franco, donde no necesitaban tapujos para hacer desaparecer un cadáver. Si allí robaban, y en los juzgados dominaba la corrupción, ¿por qué no iban a comunicar como fugado a alguno o varios de los muertos en una paliza, cuadrando los números a conveniencia, al igual que con la contabilidad?. Sin forzar la imaginación tomé conciencia que desaparecer podía ser más fácil de lo que en principio pudiera suponer. Así pues, callado, servil, y a trabajar.
Aparte del suspicaz Don Daniel, que aparecieran cartones de tabaco llenos de hachís en el almacén de suministros, o que los continuos recuentos en los economatos interiores dieran diferencias, con autoría discutible, no contribuía a la paz que yo buscaba. Señalar posibles chivatos o autores podía significar un accidente con cuchillada inclusive o la “quinta galería”. Un gran chollo los economatos internos donde sus encargados ganaban más “legalmente” que un funcionario, entre otras, por la simple diferencia del coste de los cafés a lo admitido por tarifa oficial. Un pacto no escrito admitía la ganancia, pero eso no quitaba que sobretodo por la droga el costo vital sobrepasara todo beneficio y los desfalcos se produjeran con frecuencia. Alguno ni traficando “sabía ganar dinero”. Sin olvidar el prestamismo con garantía de relojes o cadenas de oro. Todo un peligroso movimiento de dinero que convertía mi privilegiado lugar de trabajo en una bomba…
Continuará…ver www.lagrancorrupcion.com

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